La verdad es que siempre he creído que el amoníaco era más potente a la hora de la desinfección.
Pues hoy he aprendido algo nuevo.
Y dicho esto, voy a poner un par de lavadoras, desinfectar el baño, y limpiar la cocina!!
Vamosssss!!!
Tabla de Contenidos
Lejía o amoníaco: ¿cuál es mejor para limpiar?
Ambos productos son extensamente usados en la limpieza del hogar pero cada uno tiene sus especificaciones
Elena, lectora y socia de eldiario.es, nos hace la siguiente petición en el texto de un correo electrónico: «me gustaría saber qué producto de limpieza es mejor desinfectante: la lejía o el amoniaco, y si hay alguna diferencia para la salud en usar uno u otro.»
La respuesta directa a Elena es sencilla: es mejor desinfectante la lejía. Por otro lado, si se aplican ambos tomando ciertas precauciones, no tienen por qué producir efectos nocivos sobre nuestra salud. Ahora bien, no siempre la lejía es el mejor producto para la limpieza, pues una cosa es desinfectar y otra limpiar con eficiencia.
De este modo si tuviéramos que elegir entre la lejía y el amoníaco, recomendaríamos tenerlos siempre ambos en el cuarto de la limpieza y aplicarlos según el lugar, el material y los objetivos que queramos conseguir. A continuación se expone para que usos es más recomendado uno u otro producto y en qué condiciones deben usarse.
Usos de la lejía
Como se ha explicado, la lejía es un potente desinfectante, idóneo para limpiar en zonas de la casa donde posaremos con frecuencia las manos u otras partes del cuerpo, de modo que disminuyamos el riesgo de contaminaciones cruzadas que puedan acabar en la comida. Por tanto, su uso está indicado para los pomos de puertas y armarios, superficies de cocina, electrodomésticos, sanitarios, grifería, etc.
Por su elevada agresividad y poder abrasivo, se recomienda su empleo siempre diluida en agua y con la conciencia de que a la larga puede oxidar piezas cromadas, así como revestimientos metálicos o cerámicos, como es el caso de los suelos de gres. Por lo tanto ante estos materiales la evitaremos o aplicaremos una dilución elevada.
Por otro lado, la lejía es un buen producto para eliminar manchas de color de tejidos blancos, por lo que puede usarse junto con el detergente en la lavadora -existe lejía diluida para tejidos-, aunque su uso recurrente acaba deteriorándolos. Del mismo modo, evitaremos a toda costa su contacto con tejidos de color, ya que los desteñirá.
Usos del amoníaco
El amoníaco tiene más poder desengrasante que desinfectante, por lo que será recomendado en aquellas supuerficies que recurrentemente se manchen y a la vez no sufran un excesivo contacto con las manos humanas. Por ejemplo: marcos de ventanas, de cuadros, cristales -muy eficaz para darles brillo-, lámparas, televisores, etc.
También es adecuado para las superficies cromadas y metálicas que la lejía puede agredir, pero no deberemos emplearlo en superficies enceradas o barnizadas, como es el caso de los parqués naturales y/o barnizados, o las superficies de muebles clásicos, normalmente lacadas o enceradas; en estos casos mejor usar limpiadores a base de alcohol o incluso vinagre diluido, aunque deja un profundo olor que puede resultar desagradable. Si es muy eficaz en el caso de parqués sintéticos o de recubrimiento plástico y consigue un brillo espectacular.
Cómo deben emplearse
Si vamos a usarlos en sustitución de los productos de limpieza comerciales, antes que nada debemos saber que dichos productos suelen incluir alguno de estos componentes, por lo que son una versión mejorada, y muchas veces atenuada, del amoníaco y la lejía. Si aún así optamos por ellos, tomaremos una serie de precauciones. La primera es o bien comprar versiones comerciales diluidas, o bien diluirlos nosotros en agua antes de aplicarlos sobre las superficies, para así atenuar su poder corrosivo.
Por otro lado ambos productos son altamente volátiles, lo cual quiere decir que pasan con facilidad a la forma gaseosa, dejando un olor e impregnando el ambiente donde los utilicemos. Como ya hemos comentado, son corrosivos y poseen un olor desagradable, además de potencial para irritar nuestras mucosas y ojos.
Por lo tanto procuraremos usarlos siempre dejando el máximo de vías de ventilación en la zona. Además, su empleo en estancias muy recurridas, como el baño por las mañanas o el anochecer, la cocina o las habitaciones, se hará con el tiempo suficiente para que sus vapores desaparezcan del ambiente, evitando así que puedan provocar irritaciones.
Nunca deben mezclarse
Aunque la lejía sea un excelente desinfectante y el amoníaco un potente desengrasante, la unión de ambos no hace el producto perfecto, sino al contrario, produce una sustancia altamente tóxica que incluso puede resultar letal. La lejía es hipoclorito sódico y el amoníaco es hidróxido de amonio. Al combinarse reaccionan creando cloramina.
La cloramina es una sustancia que se utiliza en limpieza industrial pero cuyos vapores son altamente corrosivos para los pulmones y los ojos, al formar ácido clorhídrico con el agua de nuestros tejidos y mucosas. Debido a esto se emplea con grandes precauciones y protecciones, pero nunca en el ámbito doméstico, donde si se respira, puede dar lugar a graves lesiones pulmonares.