MARTA GÓMEZ CASAS Y Mª CRUZ GONZÁLEZ PORRAS
Marta Gómez Casas y Mª Cruz González Porras estudiaron fisioterapia porque querían ayudar a la gente a recuperarse. Por eso, ambas aseguran a El Imparcial que su mayor recompensa personal es sacar adelante a los pacientes, ver cómo reemprenden su actividad. Y como la receta del éxito está en la pasión que un profesional pone en su trabajo, no es de extrañar que estas dos jóvenes fisioterapeutas españolas sean las autoras de un estudio pionero sobre la técnica de electrolisis percutánea intratesicular (EPI) en caballos.
Se conocieron, precisamente, ampliando su formación para incorporar técnicas nuevas a la experiencia que ya habían acumulado en sus respectivos trabajos. En octubre de 2013 empezaron a cursar el Máster en Fisioterapia Invasiva que imparte la Universidad San Pablo CEU – pertenecen a la segunda promoción – y enseguida se dieron cuenta de que compartían la forma de trabajar, así como la pasión por lo que hacían. Ese interés por estar siempre en disposición de ofrecer a sus pacientes todas las “armas” existentes para conseguir su completa rehabilitación. Y lo último era, sin duda, el conjunto de técnicas de terapia invasiva en las que estaban formándose: acupuntura, EPI, mesoterapia y punción seca. Sin embargo, había otro tema en el que ambas estaban también muy interesadas: los caballos. De modo que el pasado mes de marzo ya se encontraban inmersas en el estudio al que hacíamos referencia. En todo caso, como suele ocurrir con aquello que llega para innovar, la técnica de electrolisis percutánea intratesicular de tendinopatías en equinos necesitará todavía de un tiempo para darse a conocer de una forma más extensa. Sin embargo, ellas se han lanzado a dar los primeros pasos y los resultados obtenidos durante la realización de su trabajo, son, sin duda, una buena noticia para los propietarios de caballos y para los veterinarios que tratan las lesiones de estos animales.
“La idea de utilizar la EPI (Electrolisis Percutánea Intratisular) en equinos”, nos confiesa Mª Cruz, “vino de mi unión con estos animales”. La técnica – consistente en la aplicación de una corriente galvánica en el punto exacto de lesión al que se accede mediante control ecográfico – llevaba años utilizándose en humanos. “Marta tenía ya mucha experiencia, lo que unido a mi relación de años con los caballos nos convertía en un buen equipo para realizar un estudio sobre ello”, nos explica. Lo tuvieron claro desde el principio, a pesar de que suponía partir de cero. González Porras se puso en contacto con el departamento de Veterinaria de la Universidad de León – los únicos que habían elaborado un poster con algunos pasos – y empezaron a trabajar. El principal problema con el que se enfrentaron, afirma Gómez Casas, fue “el de la poca muestra que había”. “Era necesario convencer a los dueños de los caballos sobre algo de lo que nunca habían oído hablar”, añade Mª Cruz.
Por otra parte, ambas aseguran que se dieron cuenta de que la técnica no se estaba utilizando en ningún país. De hecho, descubrieron que las únicas investigaciones llevadas a cabo eran las de los dos veterinarios de la Universidad de León que habían contactado, a su vez, con José Manuel Sánchez Ibáñez, inventor de la técnica en el año 2001, quien, desde entonces, la usa en humanos. Nunca en animales. Lo único que se había hecho era una investigación con ratas. “El estudio lo llevo a cabo José Luis Sánchez”, explica Marta, “como tema para su tesis doctoral. Su objetivo consistía en investigar con ratas de laboratorio qué ocurría en un tejido sano, comparado con un tejido patológico. Es decir, se trataba de ver qué efectos tenía la EPI en ambos tipos de tejido. Y lo que se vio es que no pasaba nada. La conclusión fue que aplicar EPI a un tejido sano no tenía repercusión negativa de ningún tipo”. En León, lo que vieron fue que en una tendinopatía de caballo tratada con EPI se conseguían resultados positivos y, a partir de eso, realizaron el citado poster con los pasos a seguir, “pero no había un protocolo marcado, como sí lo hay, en cambio, en el trabajo que nosotras hemos realizado”, concluye Mª Cruz..
Ambas insisten, sin embargo, en que la técnica no puede realizarse sin un veterinario. En concreto, para la realización de su trabajo, ellas contaron con la colaboración del veterinario Joaquín Agüero Lozano. “Sin él, no habríamos podido llevarlo a cabo”, asegura Gónzalez, “ya que sin veterinario, el manejo del animal resulta imposible, porque hay que hacer puntos de bloqueo para que no le duela. Por eso siempre lleva sedación, para que el animal se tranquilice y puedas manipularlo”. En todo caso, por lo que se refiere al tratamiento en general de lesiones en caballos la técnica ha avanzado muchísimo: se utiliza desde el factor de crecimiento a la crioterapia pasando por el vendaje neuromuscal o la intervención quirúrgica, los estiramientos y las infiltraciones. “Uno de los principales dilemas en la veterinaria”, afirma Gómez Casas, “es la elección de tratamiento en las tendinopatías y desmopatías del caballo. Hoy en día el conocimiento de la estructura del tendón ha incrementado, lo que ha llevado a la posibilidad de utilizar nuevas técnicas de tratamiento como es el caso de la EPI”.
Para su estudio, las dos fisioterapeutas han utilizado uno de los tendones que más suelen lesionarse estos animales: el flexor superficial, que se asemeja con el Aquiles del humano. “Aunque, por supuesto, esto no significa que no se pueda utilizar en los demás tendones”, explican. Por otra parte, con los caballos hay que usar un nivel de higiene diferente al de un humano. “Es necesario realizar lavados previos, así como un rasurado de la zona, porque, además, de trata de un entorno que no está estéril”, advierte Mª Cruz González. “Porque”, apunta Marta Gómez, “hay riesgo de que se pueda producir una infección. En humanos no se ha descrito ninguna infección por el tipo de corriente, ya que se trata de una corriente que tiene un efecto bactericida, pero con un caballo hay que poner especial cuidado”.
El protocolo, nos explican, sería el siguiente: “Lo primero es la sedación del caballo y, luego, la limpieza y el rasurado de la zona. A continuación, se bloquean los puntos – nos dimos cuenta, después del primer caso, que bastaba con un bloqueo epidérmico, menos agresivo, y, después, se explora con el ecógrafo la zona en la que se va a llevar a cabo la intervención. Una vez localizada, se procedería a realizarla. Para terminar, se procede a un vendaje que el caballo ha de llevar 48 horas”. Otra cuestión a tener en cuenta durante este tipo de tratamiento – ya sea en humanos o en caballos – es que hay que estar mínimo una semana antes sin tomar ningún antiinflamatorio. “Porque, en caso contrario, el efecto”, advierten, “no sería el mismo”. Han seguido, en buena parte, el protocolo de este tratamiento en humanos, “porque el tendón del caballo tiene unas características muy parecidas al nuestro”.
En cuanto al número de sesiones, el protocolo marca entre tres y seis. Y el intervalo entre cada sesión, tanto en humanos como en caballos, viene determinado por la respuesta inflamatoria a la corriente, aunque normalmente es de entre diez y quince días. Lo importante es que los resultados ecográficos obtenidos en los caballos tratados con esta técnica “fueron bastante espectaculares”. El estudio lo presentaron el pasado mes de junio, después de finalizado el Máster de Fisioterapia invasiva, y Mª Cruz González Porras se encargará de presentarlo también en el Primer Congreso Internacional de Fisioterapia Invasiva, que tendrá lugar en Madrid el próximo 13 de diciembre en el CEU. Allí se hablará de la terapia invasiva, que engloba la punción seca, la acupuntura, la mesoterapia y la ecografía musculoesquelética, necesaria esta última para poder aplicar estas técnicas en las que todavía se está investigando y que abren un abanico enorme de nuevas posibilidades en la fisioterapia. También para los caballos.
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