Porque no hay más que decir, y sobre todo callen aquellos que no asumen la total igualdad entre seres humanos y su universalidad.
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Mujeres científicas que cambiaron nuestro mundo
Hoy se celebra el Día Internacional de la Mujer, una conmemoración que recuerda la lucha por los derechos de las mujeres, a la vez que promueve su participación en actividades políticas, sociales y económicas. Cada 8 de marzo me pregunto si tiene realmente sentido una celebración como esta, y la historia me devuelve una respuesta afirmativa.
Desde el 25 de mayo de 1911, fecha en la que ocurrió el trágico suceso de la fábrica Triangle en Nueva York, hasta hoy ha pasado más de un siglo. Sin embargo, sigue existiendo una discriminación patente en muchos países, y por este motivo, creo que tiene sentido celebrar este 8 de marzo.
En ALT1040 queremos recordar a algunas de las mujeres científicas y tecnólogas que cambiaron nuestro mundo. Según datos de la UNESCO, en América Latina y el Caribe las mujeres representan el 44% de la comunidad científica, un porcentaje superior al de América del Norte y Europa Occidental (32%). Esta baja representación también es el reflejo de la baja o nula valoración del trabajo de cientos de mujeres científicas a lo largo de la Historia.
Sophie Germain, la matemática que investigaba bajo el pseudónimo de Le Blanc
En 1776 nacía en París Sophie Germain, una joven que haría importantes contribuciones en el campo de las matemáticas. En particular, su trabajo se centraría en la Teoría de Números y la Teoría de la Elasticidad.
Es bueno que en un día como hoy, recordemos de dónde venimos para saber hacia dónde queremos ir. Y es que aunque hoy todavía exista cierta invisibilidad del trabajo femenino, hubo épocas donde este directamente no existía. Ese fue el caso de Germain, obligada a esconderse en el pseudónimo masculino de Le Blanc para cartearse con científicos tan prestigiosos como Gauss o Lagrange.
Lagrange, al conocer la verdadera identidad de la autora de aquellas brillantes investigaciones, la animó a seguir trabajando en el mundo de las matemáticas. Algo que también haría Gauss, quien llegó a proponerla como doctora honoris causa por la Universidad de Göttingen, aunque su idea fuera rechazada. Por suerte, muchas de estas contrariedades han sido hoy superadas, aunque todavía queden muchos retos que superar.
En este informe sobre la Ley de la Ciencia, se ve claramente cómo durante la carrera docente e investigadora, las mujeres van abandonando los puestos de «responsabilidades más altas» (cátedras, decanatos o rectorados). La visibilidad de las mujeres científicas es mayor que en la época de Germain, pero aún no existe una igualdad real en universidades o centros de investigación.
Marie Curie, la primera persona con dos Premios Nobel
Aunque Germain no fue especialmente reconocida, la siguiente científica sí recibió la admiración de la comunidad investigadora. Personalmente, desde que era niña he sentido especial predilección por Marie Curie, una química y física polaca que derrumbó muchos muros y que logró un gran reconocimiento con dos Premios Nobel. El trabajo con su marido Pierre Curie y su hija Irène Joliot-Curie permitió grandes avances en el campo de la radiactividad.
El legado de estos tres investigadores es fundamental para entender la historia de la ciencia. La figura de Marie Curie es, sin duda, muy destacada y de ella creo que podemos sacar muchas lecciones. Una de mis frases favoritas es suya: «Nothing in life is to be feared, it is only to be understood. Now is the time to understand more, so that we may fear less».
Rosalind Franklin, la gran olvidada del descubrimiento del ADN
Si Marie Curie es una fuente de inspiración, Rosalind Franklin es una muestra de cómo la historia dejó en el olvido a una de las mejores mujeres científicas de todos los tiempos. En 1953, cuando se dio a conocer el descubrimiento de la estructura del ADN, un nombre faltaba entre los investigadores que contribuyeron a este importante hito científico.
Y es que sin la labor de Franklin en cristalografía de rayos X, nada hubiera sido lo mismo para Maurice Wilkins, James Watson y Francis Crick. Cuando estos tres investigadores recibieron el Premio Nobel, Franklin ya había fallecido, pero casualmente el galardón olvidó mencionar la imprescindible fotografía 51, imagen que nos permitió conocer la doble hélice del ADN.
El desconocido trabajo de miles de mujeres científicas
No hay duda de que tras los nombres de Germain, Curie y Franklin se esconden muchas más investigadoras que han contribuido al desarrollo de la ciencia, a pesar de haber pasado desapercibidas en muchas ocasiones. Por ejemplo, la argentina Mariana Weissman contribuyó al análisis matemático de las propiedades macroscópicas de los materiales. Fue la primera científica que perteneció a la Academia Argentina de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales.
Por otro lado, la española Margarita Salas es otra de las imprescindibles en cualquier recopilación de mujeres científicas. Discípula del Nobel Severo Ochoa, Salas ha sido responsable de la creación de una auténtica escuela de científicos especializados en biología molecular, como María Blasco o Cristina Garmendia. Además es responsable de la patente más rentable de España, por la que el CSIC obtiene casi el 50% de sus royalties.
Ser pioneras en ciencia no ha sido algo sencillo. Su labor callada ha servido para mejorar la investigación y ofrecer importantes avances a la sociedad, como los desarrollados por Paulina Luisi (primera uruguaya en doctorarse en medicina) o por Luz María del Castillo, química bióloga egresada del IPN, que fue la primera en recibir el Premio de Ciencias de México en 1990.
En esta breve lista de mujeres científicas faltan sin duda muchos nombres. En una conmemoración como la del 8 de marzo, es importante destacar su trabajo y el de miles de investigadoras más, para entender especialmente qué retos y barreras tenemos que superar todavía.
Recordar el pasado solo tiene que ayudarnos a tomar impulso para afrontar un futuro donde la igualdad sea una realidad. Ojalá llegue el día en que no haya que celebrar el 8 de marzo, pues eso significará que ya no habrá muros que separen el trabajo de hombres y mujeres, pues no existirá ningún tipo de discriminación de género.