Pues esto va porque me parecen interesantes estos tipo de estudios!
Además, que como me decian de pequeño, el saber no ocupa lugar, así que todo el mundo a leer!
Dentro artículo:
Un estudio con bebés pretende zanjar la polémica sobre la percepción del color
La prueba, con casi 200 niños menores de seis meses, indica que la percepción del color tiene bases biológicas comunes en todos los seres humanos independientemente de la cultura en la que crezcan.
¿Distinguían los griegos el color azul? A finales del siglo XIX el político inglés William Gladstone descubrió que en los textos clásicos griegos como «La Ilíada» y «La Odisea” describían el mar del color del vino y el cielo del color del hierro, pero nunca mencionaban el azul, con lo que inauguró un debate que ha llegado hasta nuestros días. ¿Es la naturaleza del color universal o es aprendida y dependiente de la cultura? Lo cierto es que no todas las culturas tienen nombres para los mismos colores, lo que ha servido a los defensores del relativismo para defender que la clasificación occidental del espectro es tan válida como las otras y no tiene unas bases fisiológicas ni físicas predeterminadas. Así, por ejemplo, los miembros de la tribu namibia de los Himba utilizan la palabra “serandu” para lo que nosotros llamamos rojo, naranja o rosa, mientras que los hablantes del zuñi, una lengua amerindia de Nuevo México, no diferencian entre naranja y amarillo.
Con estos precedentes encima de la mesa, el equipo de Alice Skelton ha diseñado un experimento con la intención de determinar si la naturaleza de los colores que distinguimos es cultural o tienen una base fisiológica universal. Y para comprobarlo, nada mejor que hacer un experimento con 179 bebés, de entre 4 y 6 meses de edad, a los que sometió a una serie de pruebas de percepción. ¿Y cómo consigues que un bebé te indique si percibe un color? “Hay un método bien establecido en psicología del desarrollo”, explica Skelton a Next, “según el cual si les das a los bebés una misma cosa una y otra vez hasta que se aburren de ello (familiarización) y después les enseñas algo nuevo, el bebé lo mira durante más tiempo”. De modo que ella y su equipo lo tenían fácil: fueron enseñando hasta 14 diferentes tonos en una rueda de color a los pequeños y registraron el momento en que estos percibían que estaban ante un color distinto y fijaban su mirada más tiempo.
Los bebés agruparon claramente los colores en cinco categorías
El resultado de su trabajo se publica este lunes en la revista PNAS e indica que los bebés agruparon claramente los colores en cinco categoríasque corresponden con lo que conocemos como rojo, amarillo, verde, azul y morado. Estas categorías coinciden además con las que aparecían en un estudio realizado desde 1970 en distintos grupos humanos “preindustrializados” y denominado World Color Survey (Estudio Mundial del Color) y que determinó que los términos asignados al color aparecen en un orden determinado en las distintas culturas y tienen características universales. En esta prueba, hablantes de 110 lenguas de grupos no industrializados nombraron 320 colores y el análisis posterior indicó que todos estos nombres giraban en torno a los mismos tonos, que coinciden con los que nombramos en las sociedades industrializadas.
“La manera en que hablamos del color depende de nuestra lengua”, resume Skelton. “Algunas lenguas, por ejemplo, no tienen una distinción clara entre azul y verde pero tienen en su lugar una palabra para todo el espectro que hay entre ambos colores – una especie de “azulerde”. Sin embargo, en el Estudio Mundial del Color vemos que hay patrones comunes a la hora de dividir el espectro. Y sabemos que los bebés pueden distinguir colores diferentes aunque no sepan nombrarlos”.
Estos resultados llevan a los autores a concluir que las categorías en las que nombramos y distinguimos los colores tienen una base biológica independientemente de la cultura o nuestro lenguaje, ya que los bebés distinguen determinadas modalidades sin haber sido “contaminados” por el ambiente. “También hemos visto que las categorías que distinguen los bebés se relacionan con las actividades de los dos subsistemas neuronales responsables de las etapas tempranas de la representación del color”, escriben los autores. “Estos hallazgos sugieren que la categorización del color está parcialmente organizada y limitada por mecanismos biológicos”.
Una de las principales pegas de este estudio es que los casi 200 bebés del estudio son todos británicos y no se ha hecho la prueba con bebés de otros grupos. “No creemos que la etnicidad tuviera un impacto en el resultado”, asegura Skelton, aunque admite que una buena forma de reforzar su trabajo sería repetir la prueba con bebés de otros países y culturas.
“No tener una palabra para un color no significa que no lo veas”
Con todo esto, ¿qué podemos decir entonces sobre la percepción del color y la asignación de nombres a los colores? Básicamente que todos los seres humanos nacemos con el mismo equipamiento sensorial y perceptivo y que es la cultura la que modela lo que nombramos, pero no porque no tengamos capacidad de distinguirlo. “No tener una palabra para un color no significa que no lo veas”, resume la autora principal del estudio. “Así que los griegos podían ver el azul, pero por la razón que sea categorizar un grupo de tonos como azul y darles una palabra no les resultaba útil para descubrir el mundo que tenían alrededor”. Curiosamente, apunta, en el griego actual hay dos palabras para el azul, una para el tono más claro y otra para el más oscuro. “Sin embargo”, concluye, “en inglés y español estos dos colores se siguen llamando solo “azul” / “blue”, pero para las personas que hablan griego hoy día los dos tonos son colores tan diferentes como lo son para nosotros el verde y el azul”.