Lo que la industria alimentaria esconde, ahora en documentel en Netflix.
De obligada visión para ver como el dinero solo mira por el dinero, y si no se le ponen límites y controles, este mundo solo va a envenenarnos.
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‘Podredumbre’: Netflix destapa los venenos y mentiras que esconde tu comida diaria
Netflix ha estrenado este viernes la serie documental sobre los grandes fraudes y las malas prácticas en la producción y tratamiento de muchos alimentos cotidianos
En marzo de 2008, agentes federales estadounidenses llevaron a cabo una redada en las oficinas de Chicago de Alfred L. Wolff Inc., una empresa de importación y exportación internacional de origen alemán y la principal importadora de miel de Estados Unidos. Y la protagonista del mayor fraude alimentario de la historia del país. Entre los documentos que se incautaron, los agentes encontraron pruebas de que la miel rusa o polaca que importaba Alfred L. Wolff no era, siendo precisos, ni rusa ni polaca… ni miel. En realidad la mayoría era un producto de origen chino adulterado con cloranfenicol, un antibiótico prohibido peligroso para la salud. Y la empresa lo sabía. Y había decidido vender el producto a precios más bajos, incurriendo además en un delito de ‘dumping’ —tirar los precios para deshacerse de los competidores y apoderarse del mercado— y de evasión de pago de aranceles valorado en 150 millones de dólares. Con este fraude alimentario comienza la primera temporada de ‘Podredumbre’, la serie documental que acaba de estrenar Netflix y que airea los trapos sucios de la industria alimentaria. Porque, ¿sabemos lo que comemos?
A través de diferentes casos judiciales que han saltado a los medios en los últimos años y con un estilo más cercano al ‘thriller’ criminal que al documental al uso, ‘Podredumbre’ se adentra en los orígenes de algunos de los productos de consumo habitual y destapa como la codicia y la corrupción de la industria alimenticia afecta a la calidad —e incluso a la naturaleza— de mucha de la comida que se sirve día a día en las mesas de Estados Unidos. Y, por ende, también fuera de Estados Unidos. A pesar del exceso de dramatismo alarmista de la voz en off, ‘Podredumbre’ aporta testimonios de productores y abogados de la industria de alimentos, funcionarios encargados de investigar los delitos contra la salud pública y científicos, además de consumidores. Y los casos judiciales están ahí, nadie se los ha inventado.
El consumidor quiere mucho, barato y ahora, algo que se está volviendo insostenible
La serie también es un toque de atención para un consumidor que, más allá de los precios bajos, no busca conocer el origen y la naturaleza de los alimentos que consume y de cómo la elección de este o aquel producto para la cesta de la compra tiene implicaciones ya no solo para la salud, sino también económicas y sociales. Como ejemplo: la lucha de los pequeños productores por no desaparecer frente a las grandes empresas procedentes de países en los que no hay seguimiento de los estándares de calidad y que, reduciendo los costes del producto, pueden permitirse bajar los precios y acabar así con la industria local. Que se maten entre ellos pero yo quiero mucho, barato y ahora. De las consecuencias a medio y largo plazo ya pensaré en otro momento. Pero eso, que el cliente siempre tiene la razón.
Como los efectos del cambio de modelo productivo no son tan visibles a corto plazo, ‘Podredumbre’ pone el ejemplo de las alergias para concienciar al espectador de la importancia de conocer lo que se lleva a la boca. En el segundo capítulo, la serie cuenta cómo en la última década han aumentado en un 50% los casos de alergias infantiles en Estados Unidos. Un estudio a 40.000 niños estadounidenses descubrió que un 8% de ellos tiene una alergia alimentaria. Eso es uno de cada 13. Alrededor de seis millones de niños en Estados Unidos. ¿Por qué? ¿Por qué un organismo se vuelve hipersensible e hiperreactivo a un alimento? ¿Qué cambio ambiental está provocando estos síntomas?
La mitad de muertes por reacciones alérgicas ocurren por comidas de restaurantes
«Las alergias alimentarias están llegando a niveles epidémicos en todo el mundo«, avisa. «La ciencia está empezando a entender por qué la gente reacciona a alimentos aparentemente inocuos: porque hemos evolucionado para proteger el cuerpo mediante la expulsión activa», admite la doctora Ruchi Gupta, investigadora en el campo de las alergias. Pero existen varias teorías. Teorías como que la población de microbios que viven en los intestinos —la microbiota— está disminuyendo por el uso de antibióticos desde la infancia o que la asepsia en el entorno en la crianza o el proceso de producción de los alimentos provocan que la inmonuglobulina E reaccione ante partículas que en principio son inocuas causando una anafilaxis, un intento rápido y violento del cuerpo para expulsar el alérgeno que puede resultar en muerte. Y aunque casi la mitad de muertes por reacciones alérgicas ocurren por comidas de restaurantes u otros servicios alimentarios, la industria alimentaria —y de restauración— parece no querer asumir los costes de ofrecer productos seguros para esa población creciente de alérgicos.
Uno se pregunta, al conocer los casos que describe la serie y que en principio parecen locales y no demasiado extravagantes, cómo será el verdadero mapa de corruptelas y malas prácticas de un negocio tan poderoso, necesario y globalizado como el alimentario. Da igual que se mire hacia la leche o hacia la carne, parece que todos los sectores afrontan el mismo problema: las empresas grandes que explotan a los productores con contratos draconianos, países que no hacen cumplir la legislación o que, directamente, no tienen legislación —lo que en una economía globalizada acaba generando injusticias—, métodos de producción en cadena para satisfacer demandas pantagruélicas y para sostener un mercado hipercompetitivo, corrupción, sobornos y sabotajes en un mercado que acaba favoreciendo solo a las grandes multinacionales. ‘Podredumbre’ acaba siendo una reivindicación de la producción local y una crítica a un sistema cada vez más insostenible.
Las cifras son mareantes. Se consumen 58.000 millones de pollos al año, una cifra que para 2050 será el doble. La industria del ajo mueve 40.000 millones de dólares de beneficio anual. JBS, la mayor empresa cárnica del mundo, ganó en 2016 casi 50.000 millones de euros. Eso sí, antes de que saltase el escándalo de que la empresa sobornó a 1.800 políticos brasileños y de recudir a principios de 2017 el 80% de su facturación respecto al año anterior.
Ah, y por criar lo que en un supermercado estadounidense se vende a lo equivalente a 6 euros, al criador le pagan unos 29 céntimos.
La corrupción también existe en Estados Unidos, como demuestra el caso de dos pequeños productores de ajo de Nuevo México que decidieron investigar a la empresa china Harmoni, que importa ajo a Estados Unidos, y que era la única empresa importadora de ajo china que no tenía que pagar las tasas ‘anti-dumping’ que impone el Gobierno estadounidense. ¿El porqué? Resulta que la asociación encargada de regular el mercado del ajo está presidida, ironías de la vida, por uno de los principales compradores de ajo chino barato en Estados Unidos, que tiene mano en el Departamento de Comercio para decidir a qué empresas se investiga y a cuáles no.
Por todo eso y más, ‘Podredumbre’ invita a que el consumidor sea más consciente de las consecuencias de sus decisiones a la hora de consumir alimentos. Y a demandar unas prácticas más limpias por parte de las empresas, pero también de las administraciones. Porque, como dice el refrán, lo barato al final sale caro.