TRATAMIENTO PARA LA OBSTRUCCIÓN DEL LACRIMAL

La obstrucción del conducto nasolagrimal, una afección con resonancias tanto en la oftalmología pediátrica como en la de adultos, se define por la interrupción, ya sea parcial o total, del flujo lagrimal desde el ojo hacia la cavidad nasal. Esta obstrucción, al perturbar el drenaje fisiológico de las lágrimas, desencadena una cascada de síntomas, entre los que destaca el lagrimeo constante o epífora. La acumulación de lágrimas, además de comprometer la visión, crea un ambiente propicio para la proliferación bacteriana, lo que puede manifestarse en secreciones mucopurulentas e incluso conjuntivitis recurrentes.

En el contexto neonatal, la obstrucción del conducto nasolagrimal a menudo se atribuye a una persistencia de la membrana de Hasner, un fino tejido que, en condiciones normales, se reabsorbe antes del nacimiento. No obstante, en algunos casos, esta membrana persiste, impidiendo el drenaje adecuado de las lágrimas. En adultos, la etiología de la obstrucción es más diversa, abarcando desde procesos inflamatorios crónicos hasta traumatismos faciales o incluso la presencia de tumores.

El diagnóstico de la obstrucción del conducto nasolagrimal se basa en la combinación de la sintomatología clínica y pruebas específicas, como el test de desaparición del colorante o la dacriocistografía. El tratamiento, en cambio, varía en función de la edad del paciente y la gravedad de la obstrucción. En neonatos, el abordaje inicial suele ser conservador, con masajes y limpieza ocular meticulosa. Si la obstrucción persiste, se puede recurrir a la sondaje lagrimal, un procedimiento mínimamente invasivo que busca permeabilizar el conducto. En adultos, la dacriocistorrinostomía, ya sea externa o endoscópica, es el tratamiento de elección en casos de obstrucción crónica o recurrente.

La obstrucción del conducto lagrimal, frecuente en lactantes, demanda un abordaje terapéutico prudente y adaptado a la delicadeza de los pacientes pediátricos. Si bien la resolución espontánea es común, la intervención temprana puede prevenir complicaciones y molestias.

La fisioterapia pediátrica, en particular la terapia manual integrativa, ofrece un enfoque no invasivo y prometedor. Lejos de limitarse a un simple masaje, esta técnica implica una manipulación sutil y precisa de las estructuras craneofaciales, incluyendo el hueso lagrimal y las áreas circundantes. El objetivo es optimizar la movilidad y permeabilidad del conducto, favoreciendo el drenaje natural de las lágrimas.

La terapia manual pediátrica se fundamenta en una comprensión holística del desarrollo infantil. Reconoce la interconexión entre las distintas regiones corporales y cómo las disfunciones en una zona pueden repercutir en otras. Por ello, además de la manipulación craneofacial, el tratamiento puede incluir la evaluación y tratamiento de la columna vertebral y el sacro, contribuyendo a un equilibrio global de las tensiones y presiones craneales.

La eficacia de la terapia manual pediátrica en la obstrucción del conducto lagrimal ha sido respaldada por estudios clínicos, demostrando su capacidad para reducir la sintomatología y mejorar la calidad de vida de los pacientes. Es importante destacar que la aplicación de estas técnicas requiere una formación especializada y una profunda comprensión de la anatomía y fisiología infantil.

Los fisioterapeutas pediátricos y del neurodesarrollo, comprometidos con la salud integral de los infantes, desempeñan un papel crucial en el manejo de esta condición. A través de un abordaje individualizado y centrado en el paciente, contribuyen a la resolución de la obstrucción del conducto lagrimal, promoviendo el bienestar de los niños y sus familias.

La obstrucción del conducto nasolagrimal, una afección que se manifiesta con un lagrimeo excesivo en los bebés, tiene su origen en la persistencia del cierre de este conducto que conecta el ojo con la nariz. Aunque la cirugía se presenta como una opción frecuente, la terapia manual pediátrica emerge como una alternativa prometedora. Mediante la manipulación delicada y precisa de las estructuras craneales y faciales involucradas, esta terapia busca liberar el conducto obstruido, evitando así la necesidad de intervención quirúrgica en una gran cantidad de casos. La eficacia de esta terapia radica en su capacidad para abordar la causa subyacente de la obstrucción, promoviendo el drenaje natural de las lágrimas y previniendo complicaciones a largo plazo.