Una imagen llamó la atención de aficionados y periodistas a lo extenso de la controversia del Athletic – Celta, partido de la Primera de España. Yuri Berchiche, jugador del club vasco, había llegado a su límite físico al término de la primera parte. Del todo desfondado y con problemas para seguir sobre el juego, era sustituido en el minuto 46′. Una semana previamente, frente al Getafe, le había sucedido lo mismo, abandonando el campo en el 49′.
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¿Por qué?
Razones. A inicios de octubre, Berchiche había contraído el covid-19. Tras la convalecencia reglamentaria, se reincorporó a la actividad de equipo alrededor de un mes. A partir de entonces ha tenido problemas para adaptar su físico al ritmo competitivo. «Estamos procurando de consultar si sus inconvenientes poseen interacción o no», explicaría el mismo viernes, Gaizka Garitano. «Hay casos diferentes y podría ser que ciertos [jugadores] continúen teniendo cualquier efecto colateral de la patología».
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¿Posible?
La premisa fue deslizada por el club por el peculiar cuadro de Berchiche. Originalmente atribuyeron sus problemas a una pubalgia. Sin embargo los indicios que obligaron a sustituirle (cansancio, mareos) nada tenían que ver con ello. «Estamos preocupados», continuó Garitano, «no finaliza de arrancar. Se está realizando pruebas». En abril, Melendo, jugador del Espanyol, apuntaba en la misma dirección: «Los compañeros dañados por el virus permanecen más cansados».
Otros casos. La iniciativa de un «extenso coronavirus» que penalice el rendimiento atlético de los deportistas a lo largo de meses no es nueva. Tenistas como Grigor Dimitrov han atribuido a la patología su poca forma física tiempo después. Tras ofrecer positivo en junio, seguía sintiéndose «cansado» en septiembre, a lo largo de el US Open. Semejante vivencia cuenta Jonny Walton, remero olímpico británico: «Tardé 2 o 3 meses en superarlo (…) Parecía que mi forma física había desaparecido de la noche a la mañana».
Entre otros indicios, Walton mostraba pulsaciones disparadas a cada ejercicio. Hoy forma parte de un análisis del Instituto Inglés del Deporte sobre el efecto del coronavirus en los atletas.
Un trabajo
¿Pero hasta qué punto hay relación? Los casos anteriores hablan de sensaciones mucho previamente que de certezas. En septiembre, un conjunto de estudiosos de la Universidad de Ohio publicaron un trabajo donde analizaban el efecto cardiovascular del coronavirus en 26 atletas universitarios estadounidense. Resultado: 4 de ellos (el 15%) mostraban signos de «inflamación» en el miocardio, lo cual disparaba su peligro de padecer una miocarditis.
Implicaciones. A partir de entonces otros estudios, tanto centrados en deportistas expertos como en la población general, han evidenciado los inconvenientes cardiovasculares asociados al covid-19. Estudios más actuales y amplios han reconocido «inflamaciones» semejantes en hasta un 30% de los atletas analizados. Sin embargo sólo son trabajos preliminares. No es viable entablar una causa-consecuencia (sus inconvenientes tienen la posibilidad de o no tienen la posibilidad de deberse al coronavirus, e inclusive tienen la posibilidad de precederles).
Seguimos teniendo más incógnitas que certezas.
Otro problema. En primavera, algunas ligas universitarias estadounidense aplazaron la reanudación de los partidos por sus implicaciones sanitarias. La más instantánea, el peligro de padecer una miocarditis. Los deportistas expertos son más proclives a ellas por la naturaleza de su profesión, y es sabido que puede activarse por medio de determinadas bacterias o virus. ¿Se cuenta el covid-19 entre ellos? No lo entendemos, empero los cardiólogos llevan advirtiendo de eso a partir del verano.
Cansancio, fatiga. La situación de Berchiche parece más referente con el «largo coronavirus» tan teorizado a partir de el principio del otoño. Pacientes que alargan los indicios más leves de la patología, como la fatiga o el cansancio persistente, a lo largo de meses. Los dos se toman en cuenta como «efectos colaterales» por el CDC de Estados Unidos. Sin embargo, es un área para la que todavía no contamos con respuestas firmes.
Como expone este reportaje de The New York Times, el temor a no recobrar el grado de antaño es real entre ciertos deportistas de élite. Sin embargo lo cierto es que varios, tras superar la patología, han retomado su profesión con normalidad (incluso una vez que han dado positivo en 2 situaciones, como Fernando Gaviria, ciclista colombiano). Sea como fuere, el virus ha irrumpido en el deporte profesional a todos los niveles.